Seis cuentos cortos de Tony de Mello

1.- Los muros que nos aprisionan son mentales, no reales.
 
Un oso recorría constantemente, arriba y abajo, los seis metros de largo de la jaula. Cuando, al cabo de cinco años, quitaron la jaula, el oso siguió recorriendo arriba y abajo los mismos seis metros, como si aún estuviera en la jaula. …Y lo estaba... para él.. 

2.- Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos.

Un ex-convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia. ” ¿Has olvidado ya a los nazis?”  Le preguntó a su amigo. “Si”, dijo este. ”Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.” Su amigo le dijo apaciblemente:”Entonces,  aún siguen teniéndote prisionero.”

3.- La mayoría de las veces, los defectos que vemos en los demás son nuestros propios defectos.

-“Perdone, señor”, dijo el tímido estudiante, “pero no he sido capaz de descifrar lo que me escribió usted al margen en mi último examen....” -“Le decía que escriba usted de un modo más legible”,   le replicó el profesor.

 4.- El poder del miedo

 La Peste se dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a la tienda del jefe de una caravana en el desierto. -“¿Adónde vas con tanta prisa?” Le pregunto el jefe. -“A Damasco. Pienso cobrarme un millar de vidas.” De regreso de Damasco, la Peste pasó de nuevo junto a la caravana.
Entonces le dijo el jefe:
-“¡Ya sé que te has cobrado 50.000 vidas, no el millar que habías dicho!”
-“No,” le respondió la Peste.
-“Yo sólo me he cobrado mil vidas. El resto se las ha llevado el Miedo.”

 
5.- Felicidad

Decía un anciano que sólo se había quejado una vez en toda su vida. Cuando iba con los pies descalzos y no tenía dinero para comprar zapatos. Entonces vio a un hombre feliz que no tenía pies. Y nunca volvió a quejarse.

6.- Diógenes

Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey. Y le dijo Aristipo: "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas".
A lo que replicó Diógenes: "Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".

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