LAS DECISIONES DEL SEÑOR BUHO

 J.L. Blanco Vega s.j.

Las decisiones del señor Búho

El señor Búho tenía los ojos redondos y grandes como yemas de huevo. EL señor Búho gozaba de fama de sabio entre la pajarería del bosque. No sabía hablar como los loros y las cotorras, pero resultaba, en cambio, mucho más serio. Se pasaba las noches encima de un árbol, con los ojos abiertos de par en par, escrutando las tinieblas.

Cuando la señora Búho puso el primer huevo, el cabeza de familia sentenció gravemente: “Ejem... Tendremos un niño que será sabio como yo”.

El buhito, contra todos los pronósticos de su progenitor, resultó un pájaro triste y poco aficionado a la ciencia. Sus ojos eran también amarillos y grandes, pero, mientras los del señor Búho se mantenían alerta durante toda la noche, los suyos comenzaban a cargarse de sueño a la caída del sol.

- Ejem... Un búho jamás duerme por la noche.

- ¡Y qué quieres que haga si me caigo de sueño!

- ¡Vas a ser la vergüenza de la familia!

- “Yo me he hecho un hombre con duros esfuerzos y no estoy dispuesto a que tú me defraudes ante la opinión pública”.

El buhito fue enviado a un colegio de pájaros graduados, que era una especie de colegio de nobles en la organización escolar del bosque. Un día, el señor director se creyó en el deber de prevenir a papá búho: “Mucho me temo que su vástago no pueda continuar los estudios. No muestra especial aptitud para la ciencia. No le interesa la astronomía, ni la trigonometría, ni el cálculo infinitesimal. Sólo hay una cosa que le apasiona: silbar. ¿Y usted le ha oído? Es maravilloso”.

- Lo que ocurre es que usted es un inepto y mal pedagogo. Presentaré una denuncia. Mi hijo es un genio, como su madre y yo; y no estoy dispuesto a que se hagan recaer sobre su talento las deficiencias del sistema pedagógico de este centro.

El señor Búho, con los ojos más amarillos que nunca, se llevó al chico a casa. Pero en cuanto llegaron a la cima del árbol, le propinó una paliza descomunal. “¡A mí no me dejas en ridículo delante de nadie! Si no sacas la carrera por las buenas, la sacas por las malas, y de eso me encargo yo”.

El buhito recibió lecciones particulares; le graduaron la vista, le compraron unas gafas y siguió cayéndose de sueño al ponerse el sol.

Y cuando el señor Búho se iba a dormir, entonces el buhito se colocaba en lo más alto del árbol y comenzaba a silbar...

Y el bosque guardaba silencio y todos se ponían de pie, para escucharle.

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