ANÉCDOTA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

De niño prefería jugar solo y sentía fascinación con la belleza del campo, los cambios de estación y de la luz durante el día. Tenía un calidoscopio a través del cual le gustaba mirarlo todo, porque le parecía que las cosas se alteraban, adquiriendo una consistencia mágica. Le fascinaban la luz y los juegos con la realidad que esta le proporcionaba; de esa forma, las cosas transformadas le parecían otras.

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