¡Qué vienen las competencias! La escuela no cambia por imperativo legal

Este artículo ha sido publicado en Profes.net por: MARÍA JESÚS NARANJO INFANTE, Maestra de Primaria. Asesora CEP Sevilla-6. 2009

Los docentes de este país que llevamos más de veinte años ejerciendo oímos hablar de remodelación o cambios en el currículo y ya empezamos a decir: ¿a ver ahora qué cosa nueva se inventan?, ¿qué nos va a tocar cambiar ahora en los documentos?, ¿qué hemos de proceder (hacer) ahora por imperativo legal?

Hace tiempo que llevo planteándome si en realidad merece la pena el esfuerzo que estamos haciendo para que el sistema educativo español esté a la altura de la Comunidad Europea. Y digo bien, al referirme a todos y todas que de una manera u otra estamos embarcados en este proceso: desde los que reflexionan, los que se preocupan por formular hipótesis, los investigadores, los que promulgan las leyes, ordenes, decretos, instrucciones, los dedicados a la formación, los que nos dedicamos a enseñar, la comunidad educativa de cada centro docente…

Todos embarcados en un mismo proceso, pero ¿cuántos reinos de taifas somos?, ¿cuántas individualidades? Y sobre todo, ¿cuántos planteamientos estratégicos, pedagógicos y didácticos están en marcha sin conocimientos unos de otros?

Cada cual opina que pone su grano de arena y que todos juntos conformamos la playa, pero ¿con cuántas clases de arena estamos construyendo esa playa?

Porque se promulgue una ley que obliga a ir modificando lo establecido ya en los documentos creados no se cambia la escuela. Le demos los nombres y siglas que le demos, la escuela no cambia por imperativo legal. Y aún así, sobrevive como puede, ya sea por los reinos de taifas, o por los granos de arena o sencillamente por inercia.

Los alumnos y alumnas, desde los tres años hasta los dieciséis, pasan por la enseñanza, y a pesar de todo, aprenden. ¿Cómo? Adaptándose a la situaciones que les toca, bien en un centro docente rural, bien en un centro docente público, concertado, privado… Con unos docentes más o menos comprometidos, responsables, formados o informados… Con unos recursos más avanzados, o no… ¿Qué más da? Donde les ha tocado por vida y contexto familiar.

Los años vividos en los centros de enseñanza son años de vivencias con la cultura, ¡vamos, con lo que muchos consideran cultura!: el saber los conocimientos que los libros de textos nos aportan, (nunca olvidar que el contexto, en sí, ya es un recurso que aporta información y conocimiento). En la actualidad, ya podemos hablar de otros recursos más novedosos, como los ordenadores, siempre que estos sean bien aprovechado por los discentes (en muchas ocasiones los centros TIC, sólo son de nombre, poco uso se hace de ellos). Así pues, cabría plantearse ¿Cuál es el concepto de cultura actual? ¿Existen criterios que recojan, de un modo u otro, que analicen o “midan” la cultura deseable que han de aprender nuestros alumnos y alumnas? Estoy hablando de cultura no de contenidos curriculares.

Primer paso para cambiar la escuela: el concepto de cultura

Estos alumnos y alumnas actuales, los futuros profesionales, deben ser competentes. ¿Los alumnos y alumnas de hace más de treinta años no fuimos formados para ser competentes en la sociedad que nos tocara vivir? ¿No hemos sido la generación de la incipiente democracia la que ha emprendido la gran reforma de este país después de la Dictadura?

Nuestros maestros y maestras no tuvieron que rellenar tantos documentos, no tuvieron que luchar por si un objetivo era operativo o general, o por si este criterio de evaluación es más adecuado o no, o por si este contenido es conceptual o procedimental o actitudinal, o por…. Ni aprendieron ahora LOGSE, ahora LOCE, ahora LEA… Se dedicaron a enseñarnos a vivir, a vivir con y por los demás. No tenían tantos recursos, es verdad, pero al igual que el hambre agudiza el ingenio, la falta de esos recursos también agudizó su creatividad. Todavía recuerdo con la facilidad que aprendimos los de mi generación todo lo relacionado con el cuerpo geométrico de la esfera. Mi maestro, D. Antonio Bermúdez, nos lo enseñó con una naranja, un plato, un cuchillo y una servilleta. Y he de decir, que cuando lo he tenido que explicar en mis clases, he imitado a mi maestro.

O la famosa sintaxis, que no la aprendí bien hasta pasados los veinte años de edad, después de haber realizado miles de análisis arbóreos. El maestro D. Adolfo Romero Gordo, tuvo a bien, siendo yo ya maestra, enseñarme un método propio que facilitaba el aprendizaje y lo mejor de todo era que las oraciones para analizar eran extraídas del libro Don Quijote de la Mancha. O la limpieza en las libretas, con Doña Cecilia Blanco; o la esquematización de una obra literaria con Doña Teresa López…

Cada uno de ellos aportó a mi generación una serie de saberes que conformaron nuestro aprendizaje para ser competentes en la sociedad que nos ha tocado vivir.

Es lícito, pues, cuestionar: ¿hay realmente indicadores que permiten evaluar si un docente es competente? La formación inicial, ¡esos tres años de carrera universitaria!, ¿está claramente coordinada y definida para aportar a la sociedad docentes competentes? ¿Estaría dispuesta la empresa editorial a dar el paso de apoyar a los enseñantes en sus estrategias metodológicas? ¿Qué margen de creatividad tienen actualmente los docentes?

Segundo paso para cambiar la escuela: ser docente competente

No es nostalgia. Efectivamente se está hablando y reflexionando mucho sobre la escuela más conductista de antaño y la más deseada ahora, más constructivista. Antes, el alumnado obtenía mucha información aisladamente y conforme íbamos madurando, se supone que esa información encajaba dentro del conjunto y conformaba el aprendizaje competente. El resultado de esos aprendizajes salía a la luz cuando la vida te colocaba en una situación para tal fin. Hoy se pretende colocar al alumnado en situaciones más o menos reales, y para darle una respuesta ha de extraer de sí todos los conocimientos deseables que sabe. La respuesta a esa situación es el aprendizaje.

Teóricos, pedagogos, investigadores, la propia universidad, se están haciendo eco del fracaso actual de la enseñanza. Los que estamos en la enseñanza obligatoria llevamos años denunciando que esto se veía venir. Pero claro, la dicotomía surge desde el momento en que a los docentes de a pie sólo se nos pide que seamos ejecutores de un programa educativo ideado por los grandes pensadores y legislado por los grandes políticos. Y así, escuchamos que lo estamos haciendo mal porque no nos preocupamos por formarnos teóricamente, sino que nos empeñamos en tener “recetas” para poder cocinar bien en la práctica. ¿Cómo si no fuera la cocina un recurso buenísimo para la creación?

En los cursos de formación, a los que no estamos obligados los docentes por imperativo legal, aunque sí comprometidos a nivel personal, la mayoría de los ponentes son profesores académicos de las facultades y universidades relacionadas con la pedagogía. La mayoría de las veces, su discurso es teórico, basado en indicarnos la gran cantidad de estudios y reflexiones que hay sobre como debe ser la práctica docente. Algunos de estos catedráticos, incluso se atreven a coordinar distintas experiencias que los docentes estamos llevando en las aulas. Coordinación y seguimiento que luego forma parte del currículo del catedrático en diversas publicaciones.

Cuando un enseñante, sacando el tiempo de mermárselo a su ocio y familia, se preocupa por exponer sus experiencias, se encuentra con muchas dificultades para ello. Su objetivo es simplemente compartirlo con los demás. Pero, ¡amigo! No está basado en unos estudios de reconocido prestigio. Sencillamente en su experiencia personal (afortunadamente, las tecnologías actuales están permitiendo, mediante los blogs, foros y wiki, las relaciones profesionales y el compartir experiencias. Cada vez es más fructífero este campo).

Incluso en los congresos y jornadas, nos encontramos con un porcentaje muy escaso de experiencias de buenas prácticas expuestas y ofrecidas por maestros y maestras. El porcentaje mayoritariamente está cubierto por discursos teóricos en conferencias, mesas redondas o mal llamadas de debate, porque siempre el tiempo apremia y no hay lugar para el diálogo.

¿Está la formación permanente dando la respuesta que se requiere de ella para colaborar en las buenas prácticas docentes? ¿Son en realidad los proyectos, planes y programas fomentados por la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, a lo que tantos centros se han acogido en estos últimos años, una respuesta para tener la conciencia tranquila la política educativa? Y, ¿es la Ley de Calidad la respuesta para que los docentes trabajen en la línea educativa que se requiere institucionalmente?

Tercer paso para cambiar la escuela: el respeto social por la enseñanza

La enseñanza española, en su afán de mejorar y atendiendo a la cultura de empresa, ha ido estos últimos años experimentando con nuevos “sistemas”, a los que comúnmente hemos dado en llamar “moda”. Pasado el tiempo de las TIC, la coeducación, la interculturalidad… Ahora están de moda las siguientes cuestiones: participación democrática, escuela inclusiva y trabajo colaborativo.

La cultura de la inclusión, lo más novedoso, se supone, se está experimentando actualmente. ¿Hasta ahora no ha habido dentro de las aulas atención a la diversidad? Antes todos y todas formaban el conjunto de la clase, Luego la Ley de Integración modificó el conjunto. Posteriormente los grupos flexibles, los apoyos. Con la llegada de los inmigrantes, la interculturalidad. Entre medio de ellos las ACIS, los EOES, los EATAIS… Estas regulaciones siempre se han ejecutado dividiendo el conjunto de la clase.

Con la inclusión se quiere volver a que sea el conjunto de la clase de nuevo, donde tanto docentes como alumnos trabajen colaborativamente. La atención a la diversidad se realiza con mucho esfuerzo por parte de los docentes, que ponen a prueba su capacidad creativa, innovadora y toda la paciencia de la que pueda tener. Se buscan recursos materiales y bibliográficos, se habla y dialoga con compañeros y compañeras, familias. Se realiza formación permanente, se solicita ayuda a agentes externos… Pero lo que más nos preocupa es que esa diversidad sea enriquecedora para todos los que la comparten y conviven. Muchas son las estrategias didácticas las que se están poniendo en práctica, variadas son las actividades que tienen como objetivo una inclusión realmente fructífera.

Todo esto no es nuevo. Si nos remontamos al siglo XIX, la escuela pública nace de la necesidad de dar respuesta a la inclusión de todos los niños y niñas, no sólo aquellos que sus medios económicos les eran favorables. Las mentes son las que se cultivan, y gracias a muchos maestros de antaño ha sido posible el desarrollo de este país. ¿Qué hubiera ocurrido, si esos maestros y maestras de pueblo no hubieran luchado por darle una oportunidad a esos chavales y chavalas que compartían sus conocimientos con los más pequeños, en esas unitarias, proponiéndoles a sus padres la posibilidad de continuar los estudios, dándoles clases particulares, la mayoría de las veces gratis, para que esos mentes se cultivaran? El sistema de beca de entonces no era una solución inclusiva.

Podríamos continuar exprimiendo cada uno de los elementos que configuran la enseñanza en España. Podríamos escribir páginas y páginas hablando de la falta de coordinación actual y la teoría de la colaboración, de las distintas maneras de participación de la comunidad educativa, del papel pedagógico de los equipos directivos… ¿qué más da? Me gustaría concluir esta pequeña reflexión con una pregunta clave: ¿en manos, pues, de quién o quiénes está el poder actualizar la enseñanza?

De todos y todas, todos y todas y no cada uno y una por su cuenta. Coordinados y coordinadas colaborativamente. Estando en disposición de ofrecer, de compartir, de ilusionar y sobre todo de crecer conjuntamente, sin ánimo de prestigio ni lucro. Por el bien de nuestros alumnos y alumnas y por la satisfacción del quehacer bien hecho. La playa debemos construirla.

Siguiente paso para cambiar la escuela: ¿por donde ha de empezar la cadena para este trabajo colaborativo?

Y si algún pensador pedagogo, por casualidad, lee este artículo ¡que lo dudo, cuando vea que está firmado por una maestra de Primaria!, pretenderá dar respuesta a las distintas preguntas e interrogantes formuladas, diciendo: “Concepto de cultura, según el catedrático…; según el pedagogo...; según…”. Para terminar exponiendo la suya propia. Al igual con los indicadores de ser maestro competente, etc.

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