La arqueología, una manera de estudiar nuestra cultura.

Restos del castillo de Lora del Río
De vez en cuando me gusta mirar hacia atrás y releer aquellos textos que creé para esos trabajillos que de vez en cuando nos proponemos, y que en realidad, no es otra cosa que querer seguir estando presente en tu propio devenir por la vida. Esos trabajillos que te hacen decir, sigo viva y con ilusión por aprender. Bueno, pues uno de ellos fue hace unos años cuando me pareció oportuno darle un refrescón a mis intereses de antaño con respecto a la arqueología y me apunté a un curso on-line titulado “Las culturas Españolas a través de la Arqueología” organizado por la antigua CNICE. Se nos proponía que explicáramos el trabajo del arqueólogo y el texto que os dejo a continuación fue mi aportación a esa cuestión.
Metodológicamente es una buena estrategia para que el alumnado exprese lo que sabe y siente y desde luego totalmente creativa.

“Nuestra cultura es herencia de nuestros antepasados en el tiempo.
Procuremos tener todo el respeto posible a cuantos nos legaron”


- Comenzamos en estos momentos. Desde este mismo punto, como los egipcios escogían el lugar para edificar la tumba del faraón, con una plomada, vamos a delimitar la primera cuadrícula.

      Mientras los colaboradores medían, iba repasando el esfuerzo de meses atrás. La casualidad le había llevado a aquel museo, donde entre sus vitrinas encontró el busto policromado y restos de unas tablillas con inscripciones pictográficas. Las notas que el museo tenía no aclaraban mucho, sólo el lugar donde se habían descubierto y entre interrogaciones, su posible datación.

      La charla con las autoridades locales, bien avenidos, permitió que se agilizasen los documentos oficiales para el permiso autorizado, el permiso de excavación.

      Mientras llegaba el permiso, la búsqueda de documentación bibliográfica, las anotaciones, las visitas al Instituto GeográficoNoches y días recopilando, comparando, analizandoTodo tenía que estar preparado. El dossier, junto al presupuesto económico, los colaboradores y la temporalización eran requisitos imprescindibles para dar el primer piquetazo.

      Lo primero que había incluido entre sus enseres, el librito blanco, que con tanto amor le había regalado su madre años atrás. Su primer diario, el cuaderno de Bitácoras, le decía su padre, viajero incansable y conocedor de la naturaleza humana: “gracias a que el hombre es un animal de costumbres, hoy podemos reconocer a las culturas tras los restos que nos han legado”.

      Yahí estaba. (La prospección de hacía muchos años, había dado como resultado aquellos restos que el museo exhibía como tesoros entre interrogaciones).

      Y ahora, las nuevas tecnologías, que con tanto interés fue aprendiendo para este día, le iban a ser sumamente útiles. La cámara digital, el ordenador y sus programas de planimetrías, las enciclopedias metálicas en esos CDs, las comunicaciones por foros

      El sueño de todo estudiante de arqueología en la Universidad, ya era una realidad. Allí y ahora él era el experto, el director de la excavación. Quedaban atrás años de colaboración, de aprendizajes, años de experiencia, en los cuales había recorrido, en esos veranos fatigosos, diversas excavaciones, colaborando en distintas tareas: 
·  en la primera sólo le permitieron ser el dueño del pincel. Extraer la tierra y arena de los restos, limpiándolos suavemente para no arañarlos ni deteriorarlos.
·  En otras posteriores, fue el dueño de la cámara fotográfica. Aquella experiencia fue muy positiva, sí. Trabajar no sólo con papel y diapositivas, sino con CDs digitales Sí, aquél fotógrafo le había enseñado un buen uso de las nuevas cámaras (sonríe al recordar su única experiencia en el helicóptero para realizar fotografías aéreas). Su presupuesto no se lo iba a permitir en esta excavación. Ya vendrían otras.
·   Y en aquella en la que su misión fue etiquetar y registrar
·    o aquella otra que fue reconstruir los objetos

     Sí, mirando ahora el pasado, quizás no fueron veranos tan fatigosos. Un buen aprendizaje nos aporta para el futuro ser un buen profesional. Agradecía a sus profesores su interés en él, sobre todo a Don.., profesor de 3º que tanto le insistió en la importancia para un arqueólogo de saber y experimentar todas las fases por las que ha de pasar un objeto, desde que se descubre hasta que se expone en la vitrina de un museo. O a Don., profesor entusiasta del Medioambiente, que en 2º les mortificó durante todo el curso con la importancia de la colaboración con los arquezoologos. (Sí, entre sus colaboradores escogidos, estaba un alumno de 5º experimentado. Le sería de utilidad).

      Pero todo aquello era el pasado y el presente se erguía ante sus pies. La primera cuadrícula estaba delimitada y todos esperaban sus órdenes para continuar. Aún quedaba mucho por hacer hasta llegar al laboratorio. En el trabajo de campo tocaba sudar, en el del laboratorio, paciencia y minuciosidad.

      El laboratorio. Aquellas prácticas en 5º, con los materiales ya siglados. Dibujar, seleccionar, recomponer toda la documentación audiovisual, analizar y lo último, quizás, lo más importante, la difusión. El trabajo que les propuso Don., le llevó mucho tiempo y le dio muchos quebraderos de cabeza, pero mereció la pena. Sí, había quedado un texto muy interesante. Sus conclusiones sobre el “vaso” de la época romana había sido seleccionado para la revista de la Facultad y el profesor le había felicitado delante de los compañeros. (No estaba mal para un alumno de 2º).

-         Director, ¿por dónde continuamos?

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